Le fabuleux destin d'Holly Golightly

Hoy he madrugado pero involuntariamente... la semana laboral hace que lleve un horario que por fuerza me "obliga" a ser cumplido el fin de semana porque mi organismo es así de caprichoso.

Así que a las 9 de la mañana, estaba ya con el ojo abierto. Intenté dormirme de nuevo pero imposible.
Por lo que opté por levantarme y ordenar mi cuarto, porque quizá sólo así encontraría varias cosas que llevo echando de menos varios días.

De musica de fondo Yann Tiersen, "Amelie". Es mi musica de evasión, así que la tarea de limpiar y ordenar se me hace más amena. Entonces en esas evasiones me acuerdo de los viajes.

Ya he contado anteriormente que es una de mis pasiones. Y he encontrado las fotos de la primera vez que visite Paris.
Tenía 18 años y mucho espiritu aventurero que ya se había empezado a desarrollar levemente unos años antes.

Quería irme y tenía dos amigas que estaban dispuestas a hacerlo conmigo. El problema, en mi caso que mis padres no entenderían que me fuera a Paris tan joven y con dos amigas, ellos son de otra epoca y sobretodo, la pasta (y no la italiana precisamente).
Antes de comentarlo en casa, empecé a planear mi viaje. Me apunté a un curso de la uni en francés, para que nadie me dijera como me iba a comunicar (y de paso sacar provecho), empecé a trabajar cuidando niños, siendo recadera y mil tareas más, sacrificando fines de semana porque cualquier pesetilla era bien venida (entonces usabamos pesetas :-D).

Era otra de la baza que tenían mis padres, sin dinero no hay Paris, y esa también la quería tener resuelta. Trabajé mucho con la ilusión de ese viaje.

Un día, mientras mis padres cenaban, les fui comentando todo, les enseñé mi curso de francés, el dinero, los billetes de tren (entonces nos fuimos en tren) y a ellos no les quedó más remedio que dejarme ir (puedo ser muy pesada en caso contrario).

Y allí emprendimos un viaje, las tres "chicas de oro", desde Chamartin, en un tren nocturno que nos llevaba a la capital francesa. En un viaje no exento de muchas anécdotas.

Mochila al hombro, alojadas en aquella pensión cercana a Les Marais, donde la unica raza blanca eramos nosotras, pero que nos trataron como de un hotel de 5 estrellas se tratara. Esos madrugones para intentar ver lo mayor posible, esas largas colas en los museos, esos paseos por los bulevares, esos crepes sentadas en los Jardines de Luxemburgo, esas salidas por el barrio latino, esas fotos en absolutamente todos los rincones de la ciudad, esa primera vez que subi al Sacre Cour y vi la ciudad desde arriba. Esa sensación no se olvida. Mi primera Torre Effiel, mi primer cafe "olé"... un viaje lleno de risas y confesiones de 3 amigas.
Aquella habitación con dos camas de matrimonio y que yo repartiendome cada noche con una.

Aquel viaje fue el primero de una larga cadena de visitas que haría después a la ciudad de la luz. Por cierto, nunca con pareja :-D

Y todos han sido muy bonitos, pero como aquel ninguno. Todas esas primeras sensaciones... son como el primer beso que te dan, que nunca se olvida.