Como volver a Manderley
Mi padre me llevó al aeropuerto. Recuerdo el viaje en coche perfectamente porque yo estaba entre nerviosa asustada... parecía que me llevaban al matadero a pesar de que fui yo la que me empeñé en hacer ese viaje.
Y en el mostrador, enseñando mi billete y mi DNI. Y mi maleta empezó a andar en aquella cinta... pensé que no volvería a verla.
Mi padre me acompañó hasta donde pudo pasar y nos despedimos. Le di un beso de despedida y me dí rapidamente la vuelta para que no me viera llorar. Salía de allí para emprender una nueva vida. Y tenía muchos temores, pensando que fracasaría en mi empeño.
El viaje en avión duró lo que tenía que durar, después de coger tantos vuelos y tantos retrasos, ese salió puntual, como si alguien se empeñara en que no debía de seguir en mi ciudad ni un minuto más.
Y llegué... y por fin puse un pie en aquella ciudad que me había robado el sueño meses atras.
Sólo recuerdo que estaba tan nerviosa, tan temerosa de no saber desembolverme en aquel pais con aquel idioma tan desconocido. Esperé pacientemente mi maleta, allí donde las pantallas indicaban porque si hubiera tenido que preguntar, quizá nunca la hubiese encontrado.
La cogí y con mi mochila en los hombros, salí en busca de un letrero que anunciara mi salida de allí y mi comienzo en aquella nueva ciudad.
Por suerte tuve la lucidez de aprender a decir "Salida" en aquel idioma, antes de coger el avión, para evitar meterme en el cuarto de los trastos o en el baño.
Entonces empecé a reconocer algunas cosas, y no porque hubiera estado allí en una vida anterior, si no porque toda aquella información buscada durante semanas en internet, de aquella ciudad, de aquel aeropuerto, me servía para algo.
Encontré el bus que me llevaría al centro ciudad. Un autobus con 6 paradas, sin idea alguna de cual sería la mía, pero lo cogí, aún temblorosa.
Me senté en el lado de la ventana. Creo que me tenía que presentar a la ciudad y ella tenía que presentarseme a mi. Y el bus arrancó, y allí ibamos.
Encendí el móvil y empecé a recibir mensajes: - Animo y mucha suerte. - Te va a ir fenomenal. -Te quiero y ya te echo de menos. -¿Y mi jersey? (ejem, de mi hermana)...
Y entonces estallé a llorar, pero no era un lloro como los años anteriores de angustia y desesperación, este era una mezcla de miedo a lo desconocido y emoción por estar allí, contra todo lo que se esperaba de mi.
Fui mirando por la ventanilla de lo que iba a ser la ciudad donde iba a habitar por una temporada, observando su magnitud, pensando si algún día podré conocerla entera, si sabré moverme por ella con la misma destreza con la que me movía por aquella que acaba de dejar... y en la quinta parada, como si el corazón me hubiera dado un vuelco para decirme que era esa, cogí mi mochila y mi maleta y me bajé.
Y ahí estaba yo, por fin, rodeada de grandes edificios, con un travía pasando por mi derecha, viendo unas grandes pantallas anunciando un producto de belleza en un idioma desconocido para mi, pero que intuía las propiedad de tal producto.
Con un calor asfixiante a pesar de que días anteriores por internet me había leido que helaba, y yo, con mis pantalones de pana, mi jersey de cuello vuelto y mi abrigo de Zara, me sentía cual Paco Martinez Soria, en cualquiera de sus películas.
Tras minutos de embobamiento, decidí ir a la búsqueda de un taxi, puesto que era la única manera que tenía segura de llegar al hotel donde había reservado la primera noche antes de ponerme en la búsqueda de piso donde habitar [...]
Este relato que cuento aquí es mi primer día de beca Erasmus. Eran tantas las emociones de aquel día, que lo recuerdo como si fuera ayer, a pesar de los años transcurridos. Aún hoy en día, me emociono de recordarlo y de transcribirlo.
Reproduccion en curso: "You never walk alone"